Tratado sobre la naturaleza humana: Un intento de introducir el método de razonamiento experimental en las cuestiones morales
Rara temporum felicitas, ubi sentire, quae belis; & quae
sentias, decere licet.
TÁCITO
Advertencia
Mi propósito en la presente obra queda bastante explicado en la siguiente Introducción. El lector debe percatarse que en estos dos volúmenes no son tratados todos los temas que en ella me propuse. Los temas del Entendimiento y de las Pasiones constituyen entre sí una cadena completa de razonamiento; y quise aprovechar esta división natural para poner a prueba el gusto del público. Si tengo la suerte de conseguir el éxito, procederé a examinar las Costumbres, la Política y la Crítica; que completarán este Tratado de la naturaleza humana. Tengo para mí la aprobación del público como el premio más grande posible para mis trabajos; pero estoy determinado a considerar su juicio, sea el que fuere, como mi mejor instrucción.
Introducción
[Intro.01]
Nada es tan frecuente ni tan natural en los que pretenden revelar al mundo una novedad cualquiera en la filosofía y las ciencias que insinuar las alabanzas de su propio sistema censurando todos aquellos que han sido producidos antes. En verdad, si se contentasen con deplorar la ignorancia en la que aún estamos hundidos, en lo que se refiere a las cuestiones más importantes que pueden presentarse ante el tribunal de la razón humana, pocos de los que están familiarizados con las ciencias no serían gustosos del mismo parecer. Es fácil a un hombre dotado de juicio conocer y ver el superficial fundamento de aquéllos aun entre los sistemas que han obtenido el mayor crédito y llevado más alto las pretensiones o razonamientos precisos y profundos. Principios admitidos a la ligera, consecuencias mal deducidas de estos principios, falta de coherencia en las partes y evidencia en el todo; he aquí lo que se encuentra por todas partes en los sistemas de los más eminentes filósofos y lo que parece haber sido causa de disfavor hacia la misma filosofía.
[Intro.02]
No son precisos conocimientos profundos para descubrir la condición imperfecta en que están hoy las ciencias: hasta la muchedumbre, desde fuera, puede juzgar, por el ruido y clamor que oye, que no todo va bien dentro. No hay nada que no esté sujeto a discusión ni sobre lo que las gentes instruidas no sean de opiniones contrarias. La más insignificante cuestión no se escapa a nuestra controversia, y, con respecto a las más importantes, no somos capaces de dar ninguna solución cierta. Las discusiones se multiplican como si todo fuera dudoso, y estas discusiones son llevadas con el mayor calor, como si todo fuera cierto. En medio de toda esta confusión, no es la razón la que se lleva el premio, sino la elocuencia, y nadie debe desesperar jamás de ganar prosélitos para la más extravagante hipótesis si posee bastante arte para presentarla con colores favorables. La victoria no ha sido obtenida por las gentes de armas que manejan la pica y la espada, sino por las trompetas, los tambores y los músicos del regimiento.
[Intro.03]
De ahí proviene, creo yo, ese prejuicio común contra los razonamientos metafísicos de todas clases, prejuicios que se encuentran aun en aquellos que hacen profesión de estudiosos y que estiman en su justo valor todo otro asunto de la literatura. Por razonamiento metafísico no entienden aquello que lleva a una rama particular de la ciencia, sino toda suerte de argumentos que ofrecen, con cualquier título, un carácter abstruso y que necesita alguna atención para ser comprendido. Con frecuencia hemos perdido tanto el tiempo en tales descubrimientos, que de ordinario los abandonamos sin vacilación y decidimos, si hemos de estar siempre en guardia contra los errores y las ilusiones, que éstas sean, por lo menos, naturales y divertidas. Y en verdad, nada sino el más decidido escepticismo, juntamente con un alto grado de indolencia, puede justificar esta aversión a la metafísica. Si la verdad está al alcance de la capacidad humana, es seguro que debe estar muy profunda y abstrusa; y esperar conseguirla sin penosos trabajos, después que los más grandes genios han fracasado a pesar de los más extremos trabajos, debe tenerse por muy vano y presuntuoso. No aspiro a semejante ventaja en la filosofía que voy a desarrollar, y tendría por una gran presunción, con respecto a ella, si fuese muy fácil y obvia.
[Intro.04]
Es evidente que todas las ciencias mantienen una relación más o menos estrecha con la naturaleza humana y que, por muy lejos que algunas de ellas parezcan separarse, vuelven siempre a ella por uno u otro camino. Hasta las matemáticas, la filosofía natural y la religión natural dependen en parte de la ciencia del hombre, pues se hallan bajo el conocimiento de los hombres y son juzgadas por sus poderes y facultades. Es imposible decir qué cambios y progresos podríamos hacer en estas ciencias si conociéramos totalmente la extensión y la fuerza del entendimiento humano y si pudiéramos explicar la naturaleza de las ideas que empleamos y de las operaciones que realizamos al razonar. Estos progresos son de esperar, especialmente en la religión natural, ya que no se contenta con instruirnos acerca de la naturaleza de las fuerzas superiores, sino que lleva su examen más lejos, a su disposición con respecto a nosotros y a nuestros deberes con respecto a ellas; en consecuencia, no somos sólo los seres que razonamos, sino también uno de los objetos acerca de los que razonamos.
[Intro.05]
Así, pues, si las ciencias matemáticas, la filosofía natural y la religión natural dependen de tal modo del conocimiento del hombre, ¿qué no puede esperarse en otras ciencias cuya conexión con la naturaleza humana es más estrecha e íntima? El único fin de la lógica es explicar los principios y operaciones de nuestra facultad de razonamiento, y la naturaleza de nuestras ideas. La moral y la estética consideran nuestros gustos y sentimientos, y la política estudia a los hombres unidos en sociedad y dependientes los unos de los otros. En estas cuatro ciencias de la lógica, moral, estética y política se comprende casi todo lo que nos puede importar de algún modo conocer o que puede tender al progreso o adorno del espíritu humano.
[Intro.06]
Aquí, pues, el único expediente en cuyo éxito podemos confiar en nuestras investigaciones filosóficas es abandonar el aburrido y lánguido método que hemos seguido hasta ahora, y en lugar de tomar de vez en cuando un castillo o una aldea en la frontera, marchar directamente hacia la capital o centro de estas ciencias, hacia la naturaleza humana misma; una vez dueños de ella, podemos esperar en todas partes una fácil victoria. Desde esta base podemos extender nuestras conquistas sobre todas las ciencias que se refieren más íntimamente a la vida humana y podemos después proceder con más tiempo a descubrir más plenamente las que son objeto de la pura curiosidad. No hay cuestión de importancia cuya decisión no se halle comprendida en la ciencia del hombre y no hay ninguna que pueda ser decidida con alguna certidumbre antes de que hayamos llegado a conocer esta ciencia. Por consiguiente, al pretender explicar los principios de la naturaleza humana, lo que estamos proponiendo es en efecto un completo sistema de las ciencias construido sobre un fundamento casi enteramente nuevo y el único sobre el que éstas pueden descansar con alguna seguridad.
[Intro.07]
Del mismo modo que la ciencia del hombre es el único fundamento sólido para la fundamentación de las otras ciencias, la única fundamentación sólida que podemos dar a esta ciencia misma debe basarse en la experiencia y en la observación. No es una reflexión asombrosa el considerar que la aplicación de la filosofía experimental a las cuestiones de moral vendrá después de su aplicación a las de la naturaleza y a la distancia de una centuria entera, ya que hallamos de hecho que existió casi el mismo intervalo entre los orígenes de estas ciencias, y que, contando de Tales a Sócrates, el período de tiempo es próximamente igual al que existe entre lord Bacon y algunos filósofos recientes de Inglaterra1, que han comenzado a llevar la ciencia del hombre por un nuevo camino y han interesado la atención y excitado la curiosidad del público. Tan verdad es esto, que, aunque otras naciones puedan rivalizar con nosotros en poesía y aun superarnos en algunas otras artes bellas, los progresos en la razón y la filosofía pueden ser solamente debidos a la tierra de la tolerancia y libertad.
[Intro.08]
No hemos de pensar que este último progreso en la ciencia del hombre hará menos honor a nuestra comarca natal que el anterior de filosofía natural, sino que debemos más bien estimarlo como una gloria mayor, por razón de la más grande importancia de esta ciencia así como por la necesidad que tiene de una reforma tal [experimentalista]; pues me parece evidente que si la esencia del espíritu es tan desconocida para nosotros como lo es la de los cuerpos externos, entonces debe ser igualmente imposible formarnos una noción de sus fuerzas y cualidades, si no es por experimentos cuidadosos y exactos, y por la observación de los efectos particulares que resultan de las diversas circunstancias y situaciones condicionándolos. Y aunque debemos intentar hacer nuestros principios tan universales como sea posible, llevando nuestros [sucesivos] experimentos lo más lejos posible y explicando todos los efectos por las causas [que resulten ser las] más reducidas [en número] y [las más] simples, sigue siendo cierto que no podemos ir más allá de [lo que enseña] la experiencia; y toda hipótesis que pretenda descubrir el origen [la causa trascendente] y las cualidades últimas de la naturaleza humana debe desde el primer momento ser rechazada como presuntuosa y quimérica.
[Intro.09]
Un filósofo que se se avoque a investigar los principios últimos del alma no creo que demostrara ser ningún gran maestro en la ciencia de la naturaleza humana que pretende explicar, ni [demostraría] estar instruido en qué cosa es satisfactoria para el espíritu humano, dada su naturaleza. Pues nada es más cierto que la desesperanza tiene sobre nosotros casi el mismo efecto que la alegría, pues tan pronto como conocemos la imposibilidad de satisfacer un deseo, éste se desvanece. Una vez que alcanzado al límite de la razón humana, que no es sino la razón vulgar y que no requiere tanto estudio para descubrir los fenómenos más extraordinarios y singulares, entonces nos detenemos satisfechos, aunque estemos convencidos en lo capital de nuestra ignorancia y percibamos que no podremos dar una razón para nuestros principios más generales y más refinados, fuera de su realidad empíricamente comprobada. Y como esta imposibilidad de hacer un progreso ulterior es suficiente para convencer al lector, el escritor puede obtener un convencimiento más delicado con la libre confesión de su ignorancia y de su prudencia, evitando el error en que tantos han caído, y uqe imponen sus conjeturas y sus hipótesis a todo el mundo, como si fueran los principios más ciertos. No sé qué más pedir a la filosofía, después de que el maestro y el discípulo creen que han alcanzando esta convicción mutua y esta satisfacción.
[Intro.10]
Mas si la imposibilidad de explicar los últimos principios quiere considerarse como un defecto de la ciencia del hombre, me atrevo a afirmar que es un defecto común a todas las ciencias y a todas las artes a las que podamos dedicarnos, ya sean las cultivadas en las escuelas de los filósofos, ya las que se practican en las oficinas de los más humildes artesanos. Ninguno de ellos puede ir más allá de la experiencia o establecer principios que no se basen sobre esta autoridad. La filosofía moral tiene de hecho esta desventaja particular que no se halla en la natural, a saber: que reuniendo sus experimentos no puede hacerlos con un propósito, una premeditación y según un método que satisfagan en lo concerniente a toda dificultad particular que pueda surgir. Cuando yo no sé cómo conocer los efectos de un cuerpo sobre otro en alguna situación, necesito tan sólo colocarlos en esta situación y observar qué resulta de ellos; pero si intentase de la misma manera aclarar alguna duda en filosofía moral, colocándome en el mismo caso que yo considero, es evidente que esta reflexión y premeditación perturbaría tanto la actuación de los principios naturales que haría imposible sacar una conclusión exacta de este fenómeno; por consiguiente, debemos recoger nuestros experimentos en esta ciencia de una cuidadosa observación de la vida humana y tomarlos tal como se presentan en el curso corriente de la vida por la conducta de los hombres en la sociedad, en los asuntos y en sus placeres. Cuando se reúnan y comparen juiciosamente experimentos de este género podemos esperar establecer sobre ellos una ciencia que no sea inferior en certidumbre y que sea muy superior en utilidad a toda otra que se base en la comprensión humana.
Notas
[Intro. 07n 1][Intro. 07n 1]
Mr. Locke, Lord Shaftsbury, Dr. Mandeville, Mr. Hutchinson, Dr. Butler, etc.
A Treatise of Human Nature: Being an Attempt to Introduce the Experimental Method of Reasoning into Moral Subjects
Rara temporum felicitas, ubi sentire, quae belis; & quae
sentias, decere licet.
TACIT
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My design in the present work is sufficiently explain'd in the Introduction. The reader must only observe, that all the subjects I have there plann'd out to myself, are not treated of in these two volumes. The subjects of the Understanding and Passions make a compleat chain of reasoning by themselves; and I was willing to take advantage of this natural division, in order to try the taste of the public. If I have the good fortune to meet with success, I shall proceed to the examination of Morals, Politics, and Criticism; which will compleat this Treatise of Human Nature. The approbation of the public I consider as the greatest reward of my labours; but am determin'd to regard its judgment, whatever it be, as my best instruction.
Introduction
[EN.Intro.01]
Nothing is more usual and more natural for those, who pretend to discover anything new to the world in philosophy and the sciences, than to insinuate the praises of their own systems, by decrying all those, which have been advanced before them. And indeed were they content with lamenting that ignorance, which we still lie under in the most important questions, that can come before the tribunal of human reason, there are few, who have an acquaintance with the sciences, that would not readily agree with them. 'Tis easy for one of judgment and learning, to perceive the weak foundation even of those systems, which have obtained the greatest credit, and have carried their pretensions highest to accurate and profound reasoning. Principles taken upon trust, consequences lamely deduced from them, want of coherence in the parts, and of evidence in the whole, these are every where to be met with in the systems of the most eminent philosophers, and seem to have drawn disgrace upon philosophy itself.
[EN.Intro.02]
Nor is there requir'd such profound knowledge to discover the present imperfect condition of the sciences, but even the rabble without doors may, judge from the noise and clamour, which they hear, that all goes not well within. There is nothing which is not the subject of debate, and in which men of learning are not of contrary opinions. The most trivial question escapes not our controversy, and in the most momentous we are not able to give any certain decision. Disputes are multiplied, as if every thing was uncertain; and these disputes are managed with the greatest warmth, as if every thing was certain. Amidst all this bustle 'tis not. reason, which carries the prize, but eloquence; and no man needs ever despair of gaining proselytes to the most extravagant hypothesis, who has art enough to represent it in any favourable colours. The victory is not gained by the men at arms, who manage the pike and the sword; but by the trumpeters, drummers, and musicians of the army.
[EN.Intro.03]
From hence in my opinion arises that common prejudice against metaphysical reasonings of all kinds, even amongst those, who profess themselves scholars, and have a just value for every other part of literature. By metaphysical reasonings, they do not understand those on any particular branch of science, but every kind of argument, which is any way abstruse, and requires some attention to be comprehended. We have so often lost our labour in such researches, that we commonly reject them without hesitation, and resolve, if we must for ever be a prey to errors and delusions, that they shall at least be natural and entertaining. And indeed nothing but the most determined scepticism, along with a great degree of indolence, can justify this aversion to metaphysics. For if truth be at all within the reach of human capacity, 'tis certain it must lie very deep and abstruse: and to hope we shall arrive at it without pains, while the greatest geniuses have failed with the utmost pains, must certainly be esteemed sufficiently vain and presumptuous. I pretend to no such advantage in the philosophy I am going to unfold, and would esteem it a strong presumption against it, were it so very easy and obvious.
[EN.Intro.04]
'Tis evident, that all the sciences have a relation, greater or less, to human nature: and that however wide any of them may seem to run from it, they still return back by one passage or another. Even. Mathematics, Natural Philosophy, and Natural Religion, are in some measure dependent on the science of MAN; since the lie under the cognizance of men, and are judged of by their powers and faculties. 'Tis impossible to tell what changes and improvements we might make in these sciences were we thoroughly acquainted with the extent and force of human understanding, and cou'd explain the nature of the ideas we employ, and of the operations we perform in our reasonings. And these improvements are the more to be hoped for in natural religion, as it is not content with instructing us in the nature of superior powers, but carries its views farther, to their disposition towards us, and our duties towards them; and consequently we ourselves are not only the beings, that reason, but also one of the objects, concerning which we reason.
[EN.Intro.05]
If therefore the sciences of Mathematics, Natural Philosophy, and Natural Religion, have such a dependence on the knowledge of man, what may be expected in the other sciences, whose connexion with human nature is more close and intimate? The sole end of logic is to explain the principles and operations of our reasoning faculty, and the nature of our ideas: morals and criticism regard our tastes and sentiments: and politics consider men as united in society, and dependent on each other. In these four sciences of Logic, Morals, Criticism, and Politics, is comprehended almost everything, which it can any way import us to be acquainted with, or which can tend either to the improvement or ornament of the human mind.
[EN.Intro.06]
Here then is the only expedient, from which we can hope for success in our philosophical researches, to leave the tedious lingering method, which we have hitherto followed, and instead of taking now and then a castle or village on the frontier, to march up directly to the capital or center of these sciences, to human nature itself; which being once masters of, we may every where else hope for an easy victory. From this station we may extend our conquests over all those sciences, which more intimately concern human life, and may afterwards proceed at leisure to discover more fully those, which are the objects of pore curiosity. There is no question of importance, whose decision is not compriz'd in the science of man; and there is none, which can be decided with any certainty, before we become acquainted with that science. In pretending, therefore, to explain the principles of human nature, we in effect propose a compleat system of the sciences, built on a foundation almost entirely new, and the only one upon which they can stand with any security.
[EN.Intro.07]
And as the science of man is the-only solid foundation for the other sciences, so the only solid foundation we can (live to this science itself must be laid on experience and observation. 'Tis no astonishing reflection to consider, that the application of experimental philosophy to moral subjects should come after that to natural at the distance of above a whole century; since we find in fact, that there was about the same interval betwixt the origins of these sciences; and that reckoning from THALES to SOCRATES, the space of time is nearly equal to that betwixt, my Lord Bacon and some late philosophers in England2, who have begun to put the science of man on a new footing, and have engaged the attention, and excited the curiosity of the public. So true it is, that however other nations may rival us in poetry, and excel us in some other agreeable arts, the improvements in reason and philosophy can only be owing to a land of toleration and of liberty.
[EN.Intro.08]
Nor ought we to think, that this latter improvement in the science of man will do less honour to our native country than the former in natural philosophy, but ought rather to esteem it a greater glory, upon account of the greater importance of that science, as well as the necessity it lay under of such a reformation. For to me it seems evident, that the essence of the mind being equally unknown to us with that of external bodies, it must be equally impossible to form any notion of its powers and qualities otherwise than from careful and exact experiments, and the observation of those particular effects, which result from its different circumstances and situations. And tho' we must endeavour to render all our principles as universal as possible, by tracing up our experiments to the utmost, and explaining all effects from the simplest and fewest causes, 'tis still certain we cannot go beyond experience; and any hypothesis, that pretends to discover the ultimate original qualities of human nature, ought at first to be rejected as presumptuous and chimerical.
[EN.Intro.09]
I do not think a philosopher, who would apply himself so earnestly to the explaining the ultimate principles of the soul, would show himself a great master in that very science of human nature, which he pretends to explain, or very knowing 'm what is naturally satisfactory to the mind of man. For nothing is more certain, than that despair has almost the same effect upon us with enjoyment, and that we are no sooner acquainted with the impossibility of satisfying any desire, than the desire itself vanishes. When we see, that we have arrived at the utmost extent of human reason, we sit down contented, tho' we be perfectly satisfied in the main of our ignorance, and perceive that we can give no reason for our most general and most refined principles, beside our experience of their reality; which is the reason of the mere vulgar, and what it required no study at first to have discovered for the most particular and most extraordinary phaenomenon. And as this impossibility of making any farther progress is enough to satisfy the reader, so the writer may derive a more delicate satisfaction from the free confession of his ignorance, and from his prudence in avoiding that error, into which so many have fallen, of imposing their conjectures and hypotheses on the world for the most certain principles. When this mutual contentment and satisfaction can be obtained betwixt the master and scholar, I know not what more we can require of our philosophy.
[EN.Intro.10]
But if this impossibility of explaining ultimate principles should be esteemed a defect in the science of man, I will venture to affirm, that 'tie a defect common to it with all the sciences, and all the arts, in which we can employ ourselves, whether they be such as are cultivated in the schools of the philosophers, or practised in the shops of the meanest artizans. None of them can go beyond experience, or establish any principles which are not founded on that authority. Moral philosophy has, indeed, this peculiar disadvantage, which is not found in natural, that in collecting its experiments, it cannot make them purposely, with premeditation, and after such a manner as to satisfy itself concerning every particular difficulty which may be. When I am at a loss to know the effects of one body upon another in any situation, I need only put them in that situation, and observe what results from it. But should I endeavour to clear up after the same manner any doubt in moral philosophy, by placing myself in the same case with that which I consider, 'tis evident this reflection and premeditation would so disturb the operation of my natural principles, as must render it impossible to form any just conclusion from the phenomenon. We must therefore glean up our experiments in this science from a cautious observation of human life, and take them as they appear in the common course of the world, by men's behaviour in company, in affairs, and in their pleasures. Where experiments of this kind are judiciously collected and compared, we may hope to establish on them a science which will not be inferior in certainty, and will be much superior in utility to any other of human comprehension.