36-48 Estos párrafos no parecen contener argumentos serios, sino que describen con poca claridad la idea de la inmensidad u omnipresencia de Dios, quien no es una mera inteligencia supramundana (Semota a nostris rebus sejunctaque longe), «no está lejos de cada uno de nosotros» (Act. X V I I , 27-28), «pues en él nosotros (y todas las cosas) vivimos, nos movemos y existimos». El espacio que ocupa un cuerpo no es (números 36, 37) la extensión del mismo, sino que el cuerpo extenso existe en ese espacio.
No hay en realidad una cosa tal como el espacio (número 38) limitado, sino que solamente en nuestra imaginación fijamos nuestra atención en la parte o cantidad que deseamos de aquello que es en sí mismo siempre y necesariamente ilimitado.
El espacio (número 39) no es una afección de un cuerpo o de otro cuerpo, o de cualquier ser finito, ni pasa de sujeto a sujeto, sino que es siempre invariablemente la inmensidad de un solo y siempre el mismo inmensum.
Los espacios finitos no son en modo alguno afecciones de sustancias finitas (número 40), sino que son solamente las partes del espacio infinito en las que existen las sustancias finitas.
Si la materia fuera infinita, sin embargo, el espacio infinito no sería una afección (número 41) de ese cuerpo infinito en mayor grado en que los espacios finitos son afecciones de cuerpos finitos; pero, en tal caso, la materia infinita estaría, como lo están ahora los cuerpos finitos, en el espacio infinito.
Dios mismo no sufre cambios en absoluto (número 43) por la variedad y mutabilidad de lo que vive, se mueve y existe en él.
Esta singular (número 44) doctrina es la afirmación expresa de San Pablo (Act. XVII , 27, 28), así como la clara voz de la naturaleza y de la razón.
Dios no existe (número 45) ni en el espacio ni en el tiempo, pero su existencia causa el espacio y el tiempo. Y cuando, de acuerdo con la analogía del lenguaje vulgar, decimos que existe en todo espacio y en todo tiempo, las palabras dan a entender solamente que E l es omnipresente y eterno, esto es, que el espacio ilimitado y el tiempo son consecuencias necesarias de su existencia y no que son seres distintos de Él y en los cuales existe.
He mostrado más arriba, en 40, cómo el espacio[^4] finito (número 46) no es la extensión de los cuerpos. Y los dos párrafos siguientes (números 47 y 48) necesitan solamente ser comparados con lo que se ha dicho ya (véase también más abajo lo que se dice sobre 53 y 54).
Nota de CLARKE: «La principal ocasión o razón de confusión e inconsistencia que aparece en lo que muchos escritores han dicho sobre la naturaleza del espacio parece ser ésta: que (a no ser que presten una cuidadosa atención) los hombres son muy dados a rechazar la necesaria distinción (sin la que no pueden razonar claramente) que debe hacerse siempre entre abstractos y concretos, como son la inmensidad y lo inmenso; lo mismo que entre ideas y cosas, como son la noción (que está siempre en nuestra mente) de inmensidad y la inmensidad real existente fuera de nosotros.
Todas las concepciones (creo) que antes han sido o pueden ser construidas en el futuro respecto al espacio son las siguientes: o que es la nada, o una mera idea solamente o sólo una relación de unas cosas con otras, o que es un cuerpo o alguna otra sustancia, o cualquiera propiedad de una sustancia.
Que no es la nada absoluta es evidente. Pues no hay ni cantidad ni dimensiones ni propiedad alguna de la nada. Este principio es el primer fundamento de cualquier ciencia; por cuanto expresa la única diferencia entre lo que existe y lo que no existe.
Que no es una mera idea es igualmente claro, pues en ninguna idea de espacio puede ser concebido mayor que finito, y sin embargo la razón demuestra que existe una contradicción en que el espacio mismo no sea realmente infinito.
Que no es una simple relación de una cosa con otra basada en la situación u orden entre ellas no es menos claro; puesto que el espacio es una cantidad, cosa que no son las relaciones (como el orden y la situación), como he mostrado ampliamente más abajo en el párrafo 54. También debido a que, si el universo material es, o puede ser, finito, entonces el espacio extramundano no puede ser sino real o posible; vide párrafos 31, 52 y 73.
Que el espacio no es un cuerpo también está claro. Pues entonces tal cuerpo debería ser necesariamente infinito y ningún espacio estaría vacío de resistencia al movimiento. Lo cual es contrario a la experiencia.
Que el espacio no es un tipo de sustancia está no menos claro. Puesto que el espacio infinito es la inmensidad (inmensitas), no lo inmenso (inmensum); mientras que la sustancia infinita es lo inmenso y no la inmensidad. Exactamente como la duración no es una sustancia, debido' a que la duración infinita es la eternidad (aeternitas) y no lo eterno (aeternum); mientras que la sustancia infinita es lo eterno y no la eternidad. Sólo queda, como consecuencia necesaria, que el espacio sea una propiedad de igual modo que la duración. La inmensidad es de lo inmenso como la eternidad es de lo eterno.»
Sólo queda, como consecuencia necesaria, que el espacio sea una propiedad de igual modo que la duración. La inmensidad es de lo inmenso como la eternidad es de lo eterno.»