21. Hay que reconocer que ese gran principio, aunque haya sido reconocido, no ha sido suficientemente empleado y ésta es en buena parte la razón por la que hasta ahora la Filosofía primera ha sido tan poco fecunda y tan poco demostrativa. De lo cual infiero, entre otras consecuencias, que no hay en la naturaleza dos seres reales absolutamente indiscernibles porque, si los hubiera, Dios y la naturaleza actuarían sin razón, tratando al uno diferentemente que al otro, y que, por tanto, Dios no produce dos porciones de materia perfectamente iguales y semejantes. Se responde a esta conclusión sin refutar la razón de ella y se responde mediante una objeción bien débil. Este argumento (se dice), si fuera bueno, probaría que le sería imposible a Dios crear materia alguna. Pues las partes perfectamente sólidas de la materia en tanto que iguales y de la misma figura, cosa que es una suposición posible, estarían hechas exactamente igual la una y la otra. Pero es una petición de principio muy manifiesta el suponer esta conveniencia perfecta que, según mi opinión, no podría ser admitida. Esta suposición de dos indiscernibles, como es la de dos porciones de materia que convienen perfectamente entre sí, parece posible en términos abstractos, pero no es compatible con el orden de las cosas, ni con la sabiduría divina, en la que nada es admitido sin razón. El vulgo se imagina tales cosas porque se contenta con nociones incompletas. Y éste es uno de los defectos de los atomistas.
22. Otra cosa que no admito en la materia son las porciones perfectamente sólidas, o que sean enteramente una pieza, sin ninguna variedad o movimiento particular en sus partes, tal y como se conciben los pretendidos átomos. Defender tales cuerpos es también una opinión popular mal fundada. Según mis demostraciones, cada porción de materia está actualmente subdividida en partes diferentemente movidas y ninguna se parece enteramente a otra.
23. Había alegado que en las cosas sensibles no se encuentran nunca dos indiscernibles, y que (por ejemplo) no se encontrarán dos hojas en un jardín, ni dos gotas de agua perfectamente parecidas. Se admite esto para las hojas y quizás (perhaps) para las gotas de agua. Pero se podría admitir sin dudar, o sin perhaps (senza forse, diría un italiano), también en el caso de las gotas de agua.
24. Creo que estas observaciones generales que se encuentran en las cosas sensibles se encuentran también porporcionalmente en las insensibles. Y que referente a esto podemos decir, como decía Arlequín en El Emperador en la Luna, que todo es 3 como aquí. Y es un gran inconveniente de los indiscernibles el que no se encuentre ningún ejemplo de ellos. Pero se oponen a esta consecuencia porque (dicen) los cuerpos sensibles son compuestos, a la vez que sostienen que hay insensibles que son simples. Yo respondo que no estoy de acuerdo. No hay en mi opinión nada simple más que las verdaderas mónadas, que no tienen partes ni extensión. Los cuerpos simples y los perfectamente similares son una continuación de la falsa hipótesis del vacío y de los átomos, o de una filosofía perezosa, que no penetra suficientemente en el análisis de las cosas y se imagina poder llegar a los primeros elementos corporales de la naturaleza porque eso satisfaría nuestra imaginación.
25. Cuando niego que haya dos gotas de agua enteramente iguales, u otros dos cuerpos indiscernibles, no digo que sea imposible absolutamente suponerlo, pero sí que es una cosa contraria a la sabiduría divina y que, en consecuencia, no existen.