Universidad Nacional Autónoma de México
Facultad de Filosofía y Letras
Colegio de Filosofía
Lógica III
Integrantes del equipo:
Basurto Soriano Erandi (Metztli)
Caballero Mendieta Iván.
Preciado Ramírez Aarón Manuel.
Tapia González Sandra Anai.
Libro 1, Parte 4, Secciones 5 y 6
Sección V: De la inmortalidad del alma.
Existen filósofos que investigan las sustancias materiales o inmateriales en las que suponen que nuestras percepciones residen. (IV, V, 2)
Como toda idea se deriva de una impresión precedente; si tuviéramos una idea de la sustancia de nuestro espíritu, deberíamos tener también una impresión de ella, lo que es muy difícil, si no imposible, de concebir. (IV, V, 3)
Si se pretende definir a una sustancia como algo que existe por sí mismo y que esta definición debe satisfacernos por sí misma, esta definición concuerda con todo lo que es posible concebir. (IV, V, 5)
Todo lo que se puede concebir claramente puede existir. (IV, V, 5)
Todo lo que es diferente es distinguible, y todo lo que es distinguible es separable, al menos, por la imaginación. (IV, V, 5)
Conclusión:
Nuestras percepciones son diferentes entre sí, son también distintas y separables, y pueden existir separadamente sin necesidad de ninguna otra cosa para mantener su existencia. Por ello son sustancias tomando en cuenta la definición corriente. (IV, V, 5)
Un argumento a favor de la inmaterialidad del alma dice: todo lo que es extenso consiste en partes, y todo lo que tiene partes es divisible, si no en la realidad, al menos en la imaginación. Es imposible que algo divisible se una a un pensamiento o percepción, que es un ser totalmente inseparable e indivisible. Suponiendo un enlace tal ¿existe en una parte particular del cuerpo indivisible? (IV, V, 7)
Un objeto puede existir y no hallarse en ninguna parte. (IV, V, 10)
Un objeto puede que no se halle en ninguna parte cuando sus partes no se hallan situadas las unas con respecto a las otras de modo que formen una figura o cantidad. (IV, V, 10)
Una reflexión moral no puede ser colocada a la derecha o izquierda de una pasión; ni un olor o sonido pueden tener una figura circular o cuadrada. (IV, V, 10)
Conclusión:
Todas nuestras percepciones están sometidas a lo anterior excepto las de la vista y el tacto. (IV, V, 10)
En nuestra disposición ordenada de los cuerpos jamás dejamos de colocar en relación de contigüidad los que son semejantes entre sí. Por ejemplo unir a la idea de higo su sabor particular. (IV, V, 12)
Aquí nos hallamos bajo la influencia de los principios: inclinación de nuestra fantasía, por la que somos llevados a incorporar el sabor a algo extenso, y de nuestra razón, que nos muestra la imposibilidad de tal incorporación. (IV, V, 13)
Conclusión:
Todo este absurdo procede de nuestro intento de conceder un lugar a lo que es totalmente incapaz de él, y este intento surge de nuestra inclinación a completar la unión que se funda sobre la causalidad y la contigüidad del tiempo. (IV, V, 14)
Argumento contra Spinoza:
La doctrina de Spinoza nos dice que: existe una sola sustancia en el mundo y existe en todas partes sin presentarse en algún lugar determinado. Todo lo que descubrimos por la sensación externa, todo lo que sentimos por la reflexión interna, no es más que modificaciones de este ser simple y que existe necesariamente y no posee una existencia distinta y separada. (IV, V, 18)
Partiendo de que toda idea se deriva de una impresión precedente podemos decir que para Spinoza es posible suponer, pero nunca concebir, una diferencia específica entre un objeto y una impresión, cualquiera conclusión que hagamos no se le reconocerá ciertamente aplicable a los objetos; pero toda conclusión que realicemos de ellos será aplicable a las impresiones. (IV, V, 20)
No poseemos idea alguna de una cualidad de un objeto que no concuerde con una cualidad de una impresión o no la represente. (IV, V, 21)
Conclusión:
No podemos hallar jamás una discordancia entre un objeto extenso y una esencia simple y sin partes, es decir, no hay discordancia entre una modificación y su sustancia. (IV, V, 21)
Sección VI De la identidad personal
Argumento 1 ¿De qué impresión se deriva la idea del Yo? (Parte IV, sección VI, párrafo 2)
Debe ser alguna impresión la que de lugar a toda idea real (IV, VI, 2)
El Yo o persona no es una impresión, sino lo que suponemos que tiene referencia a varias impresiones o ideas (IV, VI, 2)
Si una impresión da lugar a la idea del Yo, la impresión debe continuar siendo invariablemente la misma a través de todo el curso de nuestras vidas (IV, VI, 2)
No existe ninguna impresión constante e invariable (IV, VI, 2)
Conclusión: No podemos derivar la idea del Yo de una de estas impresiones, por consecuencia, no existe tal idea (IV, VI, 2)
Argumento 2 Pero, ¿qué sucederá con todas nuestras percepciones particulares, partiendo de esta hipótesis? Todas nuestras percepciones son diferentes distinguibles y separables entre sí y pueden ser consideradas separadamente, pueden existir separadamente y no necesitan de nada para fundamentar su existencia ¿De qué manera pertenecerán al Yo y cómo se enlazarán con él? (IV, VI, 3)
Por mi parte: cuando penetro en lo que llamo mi persona, tropiezo siempre con alguna percepción particular (calor o frío, luz o sombra, etc.) (IV, VI, 3)
No puedo jamás sorprenderme a mí mismo en algún momento sin percepción alguna y jamás puedo observar más que percepciones (IV, VI, 4)
EL espíritu es una especie de teatro donde varias percepciones aparecen sucesivamente, pasan, vuelven a pasar, se deslizan y se mezclan en una infinita variedad de posturas y situaciones (IV, VI, 4)
No existe simplicidad en nuestras percepciones en un momento, ni identidad en diferentes, aunque podamos sentir la tendencia natural a imaginarnos esta simplicidad e identidad (IV, VI, 4)
Conclusión: Me atrevo a afirmar que la idea de Yo no es más que un enlace o colección de diferentes percepciones que se suceden que se suceden las unas a las otras con una rapidez inconcebible y que se hallan en un flujo y movimiento perpetuo (IV, VI, 4)
Argumento 3 ¿Qué nos produce una inclinación tan grande a atribuir una identidad a estas percepciones sucesivas y a suponer que nosotros poseemos una existencia invariable e ininterrumpida a través de todo el curso de nuestras vidas?
Debemos distinguir entre identidad personal en cuanto se refiere a nuestro pensamiento o imaginación y en cuanto se refiere a nuestras pasiones o al interés que tenemos en nosotros mismos (IV, VI, 5)
Tenemos una idea distinta de un objeto que permanece invariable e ininterrumpido a través de las supuestas variaciones del tiempo, y a esta idea la llamamos la de identidad (IV, VI, 6)
La actividad de al imaginación por la que consideramos el objeto ininterrumpido e invariable y aquella por la que reflexionamos sobre la sucesión de objetos relacionados son casi las mismas para el sentimiento y no se requiere mucho más esfuerzo de pensamiento en el último caso que en el primero (IV, VI, 6)
La relación facilita la transición del espíritu de un objeto al otro y hace su paso tan suave como si contemplase un objeto continuo (IV, VI, 6)
Esta semejanza es la causa de la confusión y error que nos hace sustituir la noción de identidad a la de los objetos relacionados (IV, VI, 6)
Nuestro último recurso es ceder ante ella y afirmar atrevidamente que estos objetos diferentes y relacionados son en efecto lo mismo, aunque interrumpidos y variables (IV, VI, 6)
Fingimos la existencia continua de las percepciones de nuestro sentidos para evitar la interrupción y recurrimos a la noción de un alma, yo y sustancia, para desfigurar la variación (IV, VI, 6)
Nuestra propensión a confundir la identidad con la relación es tan grande que tendemos a imaginar algo desconocido y misterioso, y creo que esto es lo que sucede con respecto de la identidad que atribuimos a las plantas y vegetales (IV, VI, 6)
Cuando atribuimos identidad a los objetos variables e interrumpidos, nuestro error no se limita a la expresión, sino que va comúnmente acompañado con algo invariable e ininterrumpido o de algo misterioso e inexplicable, o al menos de una tendencia a tales ficciones (IV, VI, 7)
Conclusión: Los objetos que son variables e interrumpidos, y que se suponen uno mismo continuo, son tan sólo aquellos que poseen una sucesión de partes enlazadas entre sí por semejanza, contigüidad o causalidad (IV, VI, 7)
Argumento 4 Probar: Todos los objetos a los que atribuimos identidad sin que estos sean invariables e ininterrumpidos son aquellos que están formados de una sucesión de objetos relacionados (IV, VI, 7)
El paso del pensamiento de un objeto antes del cambio al objeto después de él es tan suave y fácil que apenas percibimos la transición y nos inclinamos a imaginar que no es más que una consideración continua del mismo objeto (IV, VI, 8)
Aunque el cambio de una parte considerable de una masa de materia destruye la identidad del todo, sin embargo, debemos medir el tamaño de la parte no absolutamente, sino en su relación con le todo (IV, VI, 9)
Los objetos actúan en el espíritu y rompen o interrumpen la continuidad de sus acciones, no según su tamaño real, sino según su relación con cada uno de los otros, y por consiguiente, ya que esta interrupción hace que un objeto cese de aparecer el mismo, debe ser el progreso ininterrumpido del pensamiento el que constituye la identidad imperfecta (IV, VI, 9)
Un cambio en una parte considerable de una cuerpo destruye su identidad (IV, VI, 10)
Partiendo de esta percepción continua atribuye una existencia continua e identidad al objeto (IV, VI, 10)
Cualquiera que sea la preocupación de que podamos hacer uso al introducir los cambios gradualmente y al hacerlos proporcionados al todo, es cierto que, cuando, por último, observamos que los cambios han llegado a ser muy considerables, experimentamos escrúpulos para atribuir una identidad a tales objetos diferentes ((IV, VI, 11))
Podemos también considerar los dos fenómenos siguientes:
Aunque somos capaces comúnmente de distinguir de un modo exacto entre identidad numérica e identidad específica, sucede a veces que las confundimos y que empleamos la una por la otra en nuestro pensamiento y razonamiento (IV, VI, 12)
Podemos notar que aunque en una sucesión de objetos relacionados se requiere que el cambio de las partes no sea repentino ni total para mantener la identidad, cuando los objetos son en su naturaleza mudables e inconstantes admitimos una transición mas repentina que la que sería compatible otras veces con esta relación (IV, VI, 13)
Lo que es natural y esencia l a algo es en cierto modo esperado, y lo esperado hace menos impresión y parece de menos importancia que lo que es inaudito y extraordinario (IV, VI, 13)
Argumento 5 Para explicar la naturaleza de la identidad personal:
La identidad que atribuimos al espíritu humano es tan sólo ficticia y del mismo género que la que atribuimos ala platas y animales (IV, VI, 14)
No puede tener un origen diferente, sino que debe proceder de una actividad análoga de la imaginación dirigida a objetos análogos (IV, VI, 14)
La identidad que atribuimos al espíritu humano no es capaz de convertir en una las múltiples percepciones y hacerles perder sus características de distinción y diferencia que le son esenciales (IV, VI, 15)
Cada percepción que entra en la composición del espíritu es una existencia distinta y diferente, distinguible y separable de cada una de las otras percepciones, ya sean simultaneas, ya sucesivas (IV, VI, 15)
Si al referirnos a la identidad de una persona observamos algún lazo entre sus percepciones o sólo experimentamos un enlace entre las ideas que nos formamos de ellas (IV, VI, 15)
El entendimiento jamás aprecia una conexión real entre los objetos, y aún el enlace de causa y efecto, si se examina con rigor, se resuelve en una asociación habitual de ideas (IV, VI, 15)
Conclusión 1: Se sigue que la identidad no es nada que realmente pertenezca a estas percepciones diferentes y las unas entre sí, sino tan sólo meramente una cualidad que les atribuimos a causa de la unión de sus ideas en la imaginación cuando reflexionamos sobre ellas (IV, VI, 15)
Las únicas cualidades que pueden dar a las ideas una unión en la imaginación son las tres relaciones antes mencionadas (semejanza, causalidad y contigüidad), son los principios unificadores del mundo ideal, y sin ellas cada objeto distinto es separable por el espíritu y puede considerarse separadamente y parece tener más relación con otro objeto que si se hallase separado de él por la más grande diferencia y lejanía (IV, VI, 15)
Conclusión 2: Como la verdadera esencia de estas relaciones consiste en producir una fácil transición de ideas, se sigue que nuestra moción de identidad personal procede totalmente del progreso suave y no interrumpido del pensamiento a lo largo de la serie de las ideas enlazadas (IV, VI, 15)
Argumento 6 Por qué relaciones se produce el progreso continuo de nuestro pensamiento cuando consideramos la existencia sucesiva de un espíritu o persona pensante.
Debemos limitarnos a la semejanza y causalidad y debamos dejar a un lado la contigüidad, que sólo tiene una influencia pequeña o no tiene ninguna en el caso presente (IV, VI, 16)
La semejanza: supongamos que podemos ver tan claramente el espíritu de otro y observar la sucesión de percepciones que constituye su alma o principio pensante, y supongamos que esta otra persona conserva siempre la memoria de una parte considerable de sus percepciones pasadas; la memoria no sólo descubre la identidad, sino que contribuye a se producción, creando la relación de semejanza entre las percepciones (IV, VI, 17)
La causalidad: podemos observar que la verdadera idea del espíritu humano es considerarlo como un sistema de diferentes percepciones o diferentes existencias que se hallan enlazadas entre sí por una relación de causa y efecto y se producen, destruyen, influyen y modifican mutuamente. (la misma persona puede del mismo modo variar su carácter y disposición, lo mismo que sus impresiones e ideas, sin perder su identidad. Cualesquiera que sean los cambios que sufre, sus partes diversas siguen enlazadas aún por la relación de causalidad) (IV, VI, 17)
Conclusión 1: como la memoria por sí sola nos hace conocer la continuidad y extensión de esta sucesión de percepciones, debe ser considerada como la fuente de la identidad personal. Si no tuviésemos memoria, jamás podríamos tener una noción de causalidad, ni por consecuencia de la cadena de causas y efectos que constituyan nuestro yo o persona. Sin embargo, la identidad personal de nuestras personas va más allá de nuestra memoria, y podemos comprender tiempos, circunstancias y acciones que hemos olvidado enteramente, pero que suponemos en general que han existido. Desde este punto de vista la memoria no tanto produce como descubre la identidad personal (IV, VI, 19)
Última conclusión: no es posible que todas la cuestiones refinadas y sutiles relativas a la identidad personal sean jamás y deben considerarse más bien como dificultades gramaticales que como dificultades filosóficas. La identidad depende de las relaciones de las ideas, y estas relaciones producen la identidad por medio de una transición fácil que ocasionan. Sin embargo, como las relaciones y la facilidad de la transición pueden disminuir por grados insensibles, no tenemos un criterio exacto que nos sirva para decidir cualquier discusión referente al momento en que se adquieren o pierde el derecho la nombre de identidad. Todas las discusiones referentes a l identidad de objetos relacionados son meramente verbales excepto en tanto que las relaciones de las partes dan lugar a alguna ficción o principio de unión imaginario. De la semejanza de la actividad proviene el atribuirle una simplicidad y el fingir un principio de unión como el sostén de esta simplicidad y el centro de todas las diferentes partes y cualidades del objeto (IV, VI, 20)